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25 Jun, 2025

De madre a aliada, por amor a su hija trans

De madre a aliada, por amor a su hija trans

Durante los días de encierro de la pandemia, en medio del caos global y tras el asesinato de George Floyd, Leticia recibió una llamada de Alex desde Los Ángeles. No fue una conversación cualquiera, sino una de esas que dividen la vida en un antes y un después. Ese día, Alex, quien a los ojos del mundo había crecido como su hijo mayor, le reveló su verdad: era una mujer trans.

Y aunque el momento estuvo cargado de emociones, fue también un punto de liberación. “Me lo dijo por teléfono luego de una serie de conversaciones por texto muy difíciles de asumir. Yo le afirmaba que me podía decir TODO. Ella me contestó que quizá yo no había contemplado todas las posibilidades de lo que ella tenía que decirme”, cuenta Leticia.


En esa frase, que parece sencilla, se esconde una verdad absoluta: el amor maternal, cuando se rinde al entendimiento y no al miedo, se convierte en una fuerza transformadora. En ese instante, Leticia hizo algo que, en nuestra sociedad que tanto juzga, podría considerarse revolucionario: eligió el amor sin condiciones. Eligió mirar con nuevos ojos y sin juicio a su hija.

Volver a mirar su infancia, con otros ojos

Alex siempre había sido brillante, sensible y algo solitaria. Desde pequeña, su madre notaba que mantenía distancia con su entorno. En retrospectiva, Leticia se pregunta si, al vivir con los modelos pre impuestos por la sociedad, esas “cajas” predeterminadas que heredamos, dejaron pasar por alto señales de una identidad que aún no tenía palabras, pero que ya luchaba por expresarse.

“Hubo señales que nunca consideramos con una mente abierta”, continúa contándonos. “¿Qué si le hubiéramos preguntado entonces, abiertamente, sobre su identidad de género, su orientación sexual, sobre la tristeza que la acompañaba? Quizás habría llegado a su adultez con más confianza, menos resentimiento”.

“Yo misma me juzgo… por no haberlo visto antes, por no haber preguntado más abiertamente, por no haber enseñado expresamente sobre la diversidad; porque sí pasó por mi mente que tuviera dudas sobre esos temas. Pero la “caja” que tiene miedo de la diversidad de género o preferencia sexual se impuso”.

Lo que siguió a la revelación no fue rechazo ni negación. Fue solidaridad. Leticia decidió, con el corazón abierto, estar presente para su hija.

“Ni yo ni su padre tuvimos duda alguna de que la apoyaríamos”.

Deconstruir para reconstruir

Ser madre de una persona trans también implica una transformación personal.

Leticia no romantiza el proceso. No todo ha sido fácil. Inicialmente, hubo lágrimas, noches en vela y el enfrentarse con una idea que muchas madres deben desaprender: que su hijo o hija será una extensión de su vida.

Tuve que reaprender y deconstruir. “Desapareció mi preconcepción de cómo sería el hijo que tenía y apareció quien siempre tuvo que ser ese hije”.

Esa frase, dicha con entereza y amor, refleja la sabiduría de una madre que decidió crecer junto a su hija. Que eligió mirar el mundo desde una nueva perspectiva y que, a pesar del miedo que siente ante una sociedad que tanto rechaza y condena lo que no comprende, ha elegido ser aliada.

En fin, Leticia abrazó la verdad más hermosa. Vio a su hija Alex como es: una joven empática, dulce, valiente. Una mujer que, cuando se siente amada y segura, brilla con alegría.

“He deconstruido muchas ideas preconcebidas. El tener que enfrentar las nociones del binario masculino-femenino me llevó a cuestionar muchos otros aspectos de la sociedad que damos por ciertos, pero no lo son; son nociones de otro que se heredan, pero no tienen que ser nuestra forma de pensar y sentir”.

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Miedos, fortaleza y orgullo

“Miedo es lo más que he tenido. Miedo al monstruo que puede ser la sociedad y sus prejuicios. Miedo a que la comunidad trans sea la más rechazada de todas las queer. Miedo a que la comunidad queer (como tantos otros asuntos) sean una ficha para ganar votos en una política que quiere poder más que otra cosa y que no siente nada por esta comunidad, sino que la utiliza. Miedo a su seguridad física y emocional. Miedo a los ojos que la miran todos los días y la juzgan y lo que esos ojos descuidados y juzgadores imprimen en ella”.

El mayor miedo de Leticia es el que comparten muchas madres de personas trans: que la sociedad sea cruel con lo que no entiende. Pero también ha encontrado fuerza en su rol, orgullo en la valentía de su hija, y paz en su propia transformación.

“Como madre, ser su aliada en su transición me ha hecho a mí misma creer, firmemente, en ese amor que profesamos que tendremos para nuestres hijes pase lo que pase”.

Hoy habla con voz firme y clara. Salió del clóset como madre de una hija trans cuando su hija se lo permitió, y desde entonces no ha vuelto atrás. Cuando su hija le permitió hablar abiertamente de su identidad, Leticia no dudó en hacerlo. Publicó en sus redes, celebró su existencia, y compartió con el mundo que ser mamá de una hija trans no quita amor, lo aumenta y que, además, ese amor se convierte en una voz, porque en el amor no hay espacio para el silencio.

“Nunca estuve en el clóset; guardé su privacidad mientras ella así me lo pidió. Una vez me autorizó, necesitaba y quise que el mundo y mi gente supieran quién es mi hija”.

Y aunque en general la respuesta fue positiva, también hubo momentos difíciles, preguntas sin tacto, silencios que pesan… Incluso juicios internos.

Pero Leticia no está sola. Ha encontrado apoyo y acompañamiento en fundaciones como True Self, en profesionales empáticos como el psicólogo Miguel Vázquez, y espacios donde sanar, aprender y compartir con otras madres que se encuentran pasando por el mismo proceso de transformación personal.

Una historia real de amor incondicional, miedo, transformación y orgullo materno.

Un futuro de amor y aceptación

Leticia sueña con un mundo en el que la diversidad no sólo se tolere, si no, se celebre.

“La aceptación de toda diversidad generará paz. Nos toca construir esa paz con intención, defenderla en todas sus formas y contagiarla”.

Y también se siente orgullosa de sí misma.

“Mucha gente me dice que les impacta mi fortaleza. Pero yo no me concibo aún en esas palabras. Me acostumbré a sentirme juzgada como ‘menos buena madre’ por haber elegido ser una profesional, y quizá por eso entiendo parte del dolor de mi hija al sentirse malentendida o juzgada”.

Hoy, se permite decirlo: es una buena madre. Una madre valiente. Una madre que ama en voz alta.

Este testimonio es eso: una invitación a construir esa paz, a contagiar amor, a dejar atrás los miedos y prejuicios, y a caminar, como ella lo hace, con su hija, con alegría de tenerla y ternura al acompañarla por un camino que la sociedad hace difícil.

Lo que toda madre debería escuchar

Leticia tiene claro qué le diría a otras madres que reciben la noticia de que su hije es trans:

“Si no tú, mamá, ¿quién? La aceptación de una madre es la base desde la cual une hije puede empezar a sentirse amade. No le nieguen ese apoyo vital”.

Leticia no es sólo madre. Es ejemplo, aliada, puente. Y también tiene un sueño: que la diversidad deje de ser motivo de miedo, y se convierta en fuente de respeto y paz.

“Sueño con una sociedad donde el diálogo busque comprender y nos permita escuchar sin imponer. Yo he crecido muchísimo al exponerme a la diversidad, y me gusta como he crecido”.

Lo que el amor puede hacer

Leticia nos cuenta su historia, nos ofrece un mapa, una invitación, un espejo.

Nos recuerda que una transición no es el final de un vínculo, sino su renacimiento. Que el amor real se construye en el respeto, la escucha, el desaprendizaje y la presencia constante. Que nunca es tarde para validar, abrazar y caminar junto a quien siempre fue, aunque aún no tuviera palabras para decirlo.

“Quiero verla ser plenamente ella. Nada más. Que el miedo la abandone, que la tranquilidad en sí misma sea su norte”.

Y eso, al final del día, no es solo el sueño de una madre. Es un derecho humano.

Comparte este testimonio. Porque cada acto de empatía es un paso a una sociedad más justa, más empática, más compasiva.

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Honramos el legado de la Dra. Joy Lynn Suárez-Kindy, trabajando incansablemente para mejorar la salud mental de niños y adolescentes en Puerto Rico.


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